Entrevista con Gabriela Alemán
Por fin la literatura de la ecuatoriana Gabriela Alemán cruzó el Charco. Gracias a la editorial extremeña Aristas Martínez, Poso Wells, la novela que dio a conocer a la autora fuera de su país, ha comenzado recientemente a distribuirse en España, dentro de la colección Ediciones Pulpas y en una impresión ilustrada por el artista Tebo.
Poso Wells retrata con destellos de ciencia ficción, ironía y gran riqueza literaria los entresijos políticos y sociales del Ecuador del último tiempo, aunque en sus páginas se mueven esperpentos que logran alejarse de fronteras e intimar con la realidad de muchos otros rincones geográficos.
Con motivo de esta publicación en el país ibérico, actualizamos ahora una entrevista, realizada en Quito en 2009, en la que hablamos con la autora de los secretos de su literatura, de su último libro de cuentos Álbum de Familia, de las tendencias latinoamericanas y de letras, letras y más letras.
Poso Wells y su desembarco en España
En Poso Wells “Gabriela Alemán nos sumerge en las galerías de un mundo salvaje donde solo subsisten aquellos que tienen la suerte de no toparse con los viscosos tentáculos del poder. Por esas galerías pasan putas, periodistas, militares, poetas, magnates de las finanzas, indígenas desposeídos, mesías…” (Benito del Pliego, poeta español).
A finales de 2006, Gabriela Alemán comenzaba un proyecto que denominó Cooperativa Pozo Wells y que, como cuenta ella misma en un texto publicado en la desaparecida revista literaria Pie de Página , nació con una vocación de fusionar realidad y ficción en una novela por entregas. A pesar de que no consiguió que ningún diario se apuntara a la iniciativa y que, finalmente, fue la editorial ecuatoriana Eskeletra la que publicó la obra, la distribución de sus capítulos y la forma de narración mantienen esa idea primigenia de acercarse al folletín, en el que se entremezclan los discursos del cómic, la música popular, el rock en español, la literatura fantástica y la ciencia ficción. “Al final el experimento no se dio pero quedó la forma de una novela que incluía ciertos vínculos hipertextuales con la realidad”, explica la escritora.
“En algún momento pensé que Poso podría funcionar de esa forma, como un folletín, una novela por entregas en algún diario de circulación nacional. En esta época donde todo está permitido, en principio, pensé que ese anacronismo tendría algún sentido. Llevar a la práctica esa máxima de Oscar Wilde de que la literatura anticipa la vida. No la copia sino que le da forma según sus necesidades. El siglo diecinueve, como lo conocemos, es principalmente una invención de Balzac. Quería hacer un gran experimento para intervenir, desde la literatura, a la realidad. Y quería hacerlo desde un relato muy distinto a lo que había hecho hasta ese momento en lo literario en Ecuador. Quería partir del humor, desde una narración que bordeaba con el suspenso, que partía de ciertas convenciones cinematográficas, que invertía el status de lo culto”, detalla.
Después de casi cinco años de la primera edición de Poso, Gabriela recuerda que el proyecto “nació sin otra pretensión que acercar una historia a un gran público”.
“Una de las razones para desear, en su momento, que saliera como folletín fue que quería que llegara a otro público. Ecuador es un país donde se lee poco y la difusión de las obras es mínima. Quería buscar mecanismos, que desde la forma, permitieran que esa barrera se rompiera. Quería repensar, también, desde la novela, la idea del entretenimiento. ¿Por qué una novela, una película, una canción, que entretiene, inevitablemente cae en la categoría de menor?”, se pregunta.
Sin embargo, alejándose de ese círculo “menor”, parece que, con el tiempo, la obra permanece y además, cruza el Atlántico. ¿Será que las historias de la novela, que se desarrollan en Ecuador, van a enlazar también con la realidad española? Según la autora, “por ahí que demasiadas cosas se parecen, sobre todo en la trama de la corrupción política que no solo abarca el espacio de lo latinoamericano, lamentablemente está regada por todo nuestro gran mundo globalizado. Las corporaciones se encuentran en el centro del panóptico en el que pretenden convertir al mundo”.
Además, están los temas universales: “la poesía como manera de comunicación; la solidaridad entre ciertos personajes; la Historia marcando la manera en que se desenvuelve la historia. La conexión, inevitable, entre nosotros y ustedes a través de los viajes de ida y vuelta en el contexto de la Guerra Civil y, que, por lo que se ve, comienzan a darse nuevamente, bajo este contexto de crisis…”
Por todo ello, a la autora no le preocupan las geografías, los nombres, simbologías o cosmovisiones diferentes, que según cree “pertenecen tanto a un lado como al otro del Atlántico”.
“Hay demasiados años de historia que nos cruzan como para seguir advirtiendo la mirada. Tal vez se quieran reconocer menos allá que acá pero desde hace más de cinco siglos que esas historias se han filtrado al habla cotidiana, a los diccionarios de la lengua, a las costumbres que ahora viajan por avión, Internet y distintos textos (fílmicos, musicales, escritos), para seguir pensando que es más lo que nos separa que los que nos une”, apunta.
En la novela, Gabriela viaja por algunos de los farragosos campos de la política con una literatura ágil y fresca, que se despoja de verdades absolutas para dejar entrar en escena a la ironía y a la ciencia ficción, elementos que facilitan al lector la digestión de una cotidianidad cruel que cada día come a grandes bocados.
“Pienso que la literatura sirve para muchas cosas, entre ellas está el exorcizar la realidad a través de la palabra. Despojarla de ciertos discursos como son el político, el periodístico, el legal. En la literatura se pueden obviar los extremos para zambullirse en la ambigüedad. Y, también, está la posibilidad de aliarse con ciertas tradiciones literarias”. En el caso de Poso Wells la alianza es “con la sátira política, con esa enorme y gran tradición que cruza distintas lenguas y siglos, que va desde Rabelais, pasando por Swift y Sterne hasta llegar a Paco Taibo II y a tantísimos más en la tradición hispana”, comenta.
Pero además de en la política, la novela se presenta como un espejo de Ecuador también en lo que respecta a la conservación de la naturaleza y la explotación de los recursos, a la dinámica de los grandes medios de comunicación, a la miseria y la desigualdad en la distribución de la riqueza… Una “ficción verídica” que sigue de actualidad.
“No hay mucho más que dar una vuelta por el Ecuador real para ver qué ocurre”, asegura al recordar que su país está “a punto de entrar en una nueva era de explotación minera a gran escala; nuevas compañías entran a explotar yacimientos nuevos o abandonados en la Amazonía ecuatoriana; la enfermedad de mayor incidencia en esa Amazonía es el cáncer…”
Por otro lado, la riqueza literaria de Poso Wells está también muy ligada al juego, a un espíritu de rompecabezas que aporta una mirada pícara a la narración y a la sucesión de las historias pero que también difumina en cada página la frontera entre la realidad cotidiana y la imaginación de la autora y del lector. Una pieza curiosa y bella de ese juego es el propio poeta español Benito del Pliego, quien aparece como un personaje más de la novela y cuyos versos forman parte del argumento.
“Benito entra dentro del entramado de intervenir la realidad. Me encanta la poesía de Benito desde que la leí hace muchísimos años ya, en Nueva Orleans. Ambos coincidimos en esa gran ciudad y compartimos momentos y amistad y seguimos en contacto ahora. En algún momento Benito me mandó un ejemplar de su libro Índice mientras estaba pensando lo del folletín y también delineando los personajes de la novela. Como te decía, además, quería romper con ciertos discursos y quería incorporar la poesía al mundo de la historia. Plantear el discurso extractivista/desarrollista en oposición al poético. Y así, Benito apareció como personaje y su poesía se filtró en la historia. Con su nombre y textos reales pero como personaje ficticio dentro de la novela y ya, para confundir los límites entre ficción y realidad un poco más, él escribió (como crítico literario que también es) el texto de la contratapa del libro. Ahora, la editorial Aristas Martínez publicó su último libro Fábula que consta en el catálogo de la editorial junto a Poso Wells. ¿Dónde reside el límite entre la realidad y la ficción?”, precisa la escritora.
Bogotá 39
La primera edición de Poso Wells se dio a conocer durante la efervescencia que causó en la literatura latinoamericana la iniciativa Bogotá 39, un encuentro realizado en 2007 en el marco de las celebraciones de Bogotá como Capital Mundial del Libro, en el que Gabriela Alemán participó junto a otros 38 escritores latinoamericanos y que, para ella, supuso “un punto de quiebre completo” con lo que había ocurrido antes en el panorama literario de la región.
“De pronto me encontré con 38 escritores de América Latina menores de 39 años que en su gran mayoría estaban ya publicando en España, que tenían una proyección internacional mucho más grande. Hasta hacía poco en las librerías ecuatorianas, de literatura latinoamericana solo encontrabas a Vargas Llosa, García Márquez, a Carlos Fuentes… Ahí se había detenido el acceso del público ecuatoriano a la literatura latinoamericana, y tampoco creo que esa situación fuera muy distinta a la de otros países. A partir de Bogotá 39 se dio un impulso y se intentó hacer un salto generacional donde, sin perder para nada la importancia de los autores del boom, se demostraba que ya habían pasado varias generaciones después que se habían invisibilizado un poco por la gran importancia y resonancia” de esos autores internacionales.
“A partir más o menos de 2007 se comienza a ver en las librerías ecuatorianas y de otros países nuevos autores y nuevas editoriales”, explica, y en ese contexto apareció Poso Wells.
“Se empezó a romper un poco el gran monopolio que tenían grandes editoriales como Alfaguara, como Planeta, que recibieron todo el peso de la publicación de América Latina desde mediados y finales de los 90, al haber quebrado las editoriales importantes de tradición mexicana o argentina. Esto producía que, para poder llegar a circular por América Latina, tenías que publicar antes en España a pesar de ser boliviano, colombiano o argentino”, detalla.
Pero hubo un cambio en esa realidad que “más o menos coincidió con Bogotá 39 y no es que surgiera de la nada. Había todo un espíritu de la época que llamaba a que ocurriera algo así porque en estos últimos años han nacido muchas editoriales independientes, pequeñas, con poco capital pero con grandes ambiciones como Interzona, Eterna Cadencia, Estruendomudo, Mansalva… a lo que se le une la enorme importancia de las cartoneras que ampliaron el mercado de lectores”.
¿Qué son Cartoneras?
“La editorial Eloísa Cartonera nació en la crisis económica de la Argentina de 2001 en la que comenzaron a quebrar todas las grandes editoriales. En esa situación, un autor, de seudónimo Washington Cucurto, decidió que había que hacer algo realmente ingenioso y distinto para poder salvar a los lectores y a los escritores y lo que hizo fue unir los esfuerzos de los cartoneros, las personas que recogían cartones en la calle, y de estudiantes de bellas artes, que estaban recién graduados, sin trabajo y además, con la crisis que se vino encima, con imposibilidad de conseguir uno. Cucurto armó un catálogo de autores destacados argentinos que supo que iban a tener un respaldo del público y lo que hizo fue fotocopiar los textos y, con los cartones, los estudiantes hacían las tapas. Eran libros originales que valían un peso en ese entonces. Los propios cartoneros que iban recogiendo los cartones de noche comenzaron a ser los distribuidores. Imagínate, en el peor momento de crisis de Argentina, en el que nadie compraba libros, nadie compraba periódicos, quebraba todo… de pronto se vendían 300.000 ejemplares de una edición a un peso!
Todo eso descubrió además que el negocio de la distribución es una farsa que, realmente, los monopolios han hecho creer al mundo que la única forma de vender es publicitando, cuando el boca a boca y la circulación del pequeño intercambio logra que vendas 300.000 libros de un ejemplar. Esa cartonera que nació en Argentina se fue reproduciendo en distintos países. En Ecuador hace varios años que se hizo la primera, Matapalo que nació en Riobamba; en México hay cuatro cartoneras, en Paraguay hay dos, en Perú está Sarita Cartonera, en Bolivia está Yerba Mala Cartonera y, bueno, en todos los países hay algún tipo de cartonera que, además, están en contacto entre sí y se intercambian autores, así el catálogo de Perú lo publican en Ecuador, el de Ecuador en Uruguay, etc. Son pequeñas ediciones artesanales pero que permiten que se conozca a autores distintos del canon establecido. Ese fenómeno se viene dando en los últimos diez años a los que se les sumó, en los últimos cinco años los sellos independientes que, aunque aún les hace falta, digamos, cruzar fronteras porque son sellos pequeños, también han abierto las puertas a un montón de autores no necesariamente jóvenes, autores que hasta entonces no habían tenido acceso porque no eran lo que las grandes editoriales esperaban, pero que son grandes autores”.
Estos procesos, con Bogotá 39 “se pusieron en los medios, que también es importante en este momento de la historia. Gracias al trabajo realizado en ese Bogotá 39 se han hecho antologías de los que no estuvieron en Bogotá 39, de nuevos autores que circulan por Perú, por Argentina, por Ecuador… con lo que se sacudió esa institución literaria que crea mitos y cánones y se descubrió que hay gente nueva haciendo otras cosas que también resultan interesantes para el público”.
Álbum de Familia
Tras toda esa inyección de energía literaria, Gabriela estuvo tres años en silencio, para volver a aparecer en 2010 cargada de historias universales con el libro de cuentos Álbum de Familia, cuya primera edición se publicó en Perú bajo la tutela de la editorial Estruendomudo.
“Álbum de Familia es el primer libro que escribo después de ese remezón que fue para mí Bogotá 39, que fue un momento en el que me topé con gente de mi generación que estaba escribiendo fuera y, necesariamente, yo paré y me dije: por qué escribo, cuál es el sentido de esto. Tres años de silencio para descubrir que sí quería seguir haciéndolo pero que quería continuar planteándome ya un reto distinto”, reto que logró superar con creces en su nueva colección de relatos.
La segunda edición de Álbum de Familia salió en Colombia en 2011 de la mano de la editorial Panamericana, que también realizó una versión digital del libro, y la tercera, impresa ahora en Ecuador, ha quedado a cargo de Cadaver Exquisito Ediciones, una iniciativa del colectivo La Casa Morada, y cuya presentación se ha realizado por estos días en varias ciudades de su país, acompañada de un espectáculo de arte, música y performance… que ha sido sorprendente por su creatividad y originalidad.
“Algo que yo tenía muy en mente al momento de escribir Álbum de Familia es que ha habido una idea no discutida, asumida en ciertos ámbitos culturales en Ecuador, de que Ecuador se ha mantenido siempre en la periferia de la historia, en la periferia de Occidente, en la periferia del mundo. Que nunca hemos sido parte de ese mundo y que, necesariamente, para entrar en ese mundo tenemos que escribir desde los centros de poder, desde las metrópolis. Y me parece que eso nunca ha sido así, Ecuador nunca ha estado afuera, como el adentro nunca ha sido el mismo adentro, nunca ha sido el mismo centro el que ha existido”.
Y con las ocho historias que integran el Álbum, Gabriela responde a ese debate, no desde la teoría ni desde la crítica, sino desde la propia literatura. “Lo que hice en este Álbum es escoger momentos en los que se vuelve natural ver que Ecuador nunca estuvo fuera de la historia o fuera de la literatura. Así, el contexto, el marco del primer cuento, es la historia de Alexander Selkirk que fue el personaje en el que se basó Daniel Defoe para escribir Robinson Crusoe y que, en la vida real, fue uno de los piratas que saquearon Guayaquil. Como todos sabemos, los piratas fueron los que hicieron que el oro que salía de las Américas hacia España acabara en las arcas de los ingleses lo que, eventualmente, dio paso a su vez a que por ahí arrancara la Revolución Industrial. Entonces, nunca Ecuador ha estado fuera de las revoluciones que han transformado al mundo, sino que más bien ha estado inmerso en ellas pero no se le ha visto. Quería jugar un poco en todos los cuentos con qué es el adentro y qué es el afuera, qué tan fuertes son las fronteras que dividen esos dos espacios o qué tan débiles pueden ser en realidad”.
Otra de las historias desarrolladas se refiere a la llegada, en los años 50, del Instituto Lingüístico de Verano, una organización religiosa que, pretendiendo recopilar información sobre lenguas indígenas, fue en realidad cómplice del colonialismo y la explotación de compañías petroleras. (Cuento Confirmación)
“Fue un momento muy importante para Ecuador en términos de lo que ocurriría luego en la Amazonía, la llegada del Instituto Lingüístico de Verano y el intento de esos misioneros de hacer un primer acercamiento con los indígenas Huao sin tener las herramientas necesarias para hacerlo. Lo que ocurrió fue el lanceamiento de cinco misioneros norteamericanos en el 57, lo que volvió a Ecuador el centro de muchas publicaciones norteamericanas sin entender muy bien qué había ocurrido”, detalla Gabriela y añade que para ese relato se basó en diversas entrevistas a los Huao sobre qué ocurrió desde su punto de vista en ese acercamiento. “Lo que hice fue escribir una historia sobre ese encuentro, que no fue nada amigable ni amable ni intentó serlo, sino que fue una imposición, y explicarlo desde la literatura. En ningún momento en esos cuentos hay un interés por armar un discurso político, armar un discurso desde la sociología, sino, lo que me parece a mí que es el rol de la literatura, plantear preguntas, que sean los lectores, junto a los textos, los que traten de descubrir qué está ocurriendo ahí y reflexionen sobre otras cosas que ya quedan fuera del marco contextual de la literatura y que tienen que ver con un espacio mucho mayor”.
Otro “retrato” del Álbum relata la llegada a las islas Galápagos de la baronesa Eloisa von Wagner en la década de los 30. “Siempre, en los textos periodísticos que había leído, en las crónicas, la veían a ella envuelta en una serie de amoríos y amantes que, en realidad, evitaban pensar de verdad qué hacían siete alemanes en una isla deshabitada en la mitad de la nada en la década de los 30. Y un poco investigando, leyendo ya por curiosidad propia, descubrí que esos años fueron cruciales antes del inicio de la Segunda Guerra Mundial, porque las Galápagos eran un sitio estratégico para la entrada en el Canal de Panamá, eran la única entrada a través del Pacífico y había muchos intereses tanto de los alemanes como de los japoneses por controlar la circulación de navíos por ahí. Luego pasó lo de Pearl Harbour, ingresó EE.UU. en la guerra y estableció una base norteamericana en la isla de Baltra, (también en Galápagos), pero antes de eso había pasado la baronesa que fue espía para los japoneses. Los otros alemanes, según la información que he encontrado, parece que eran espías para los alemanes que estaban en contra de Hitler y también para los propios nazis que tenían intereses en ver qué ocurría en América Latina durante el desarrollo de la guerra”. De este modo, las narraciones del Álbum nos descubren sutilmente rincones de la historia ecuatoriana que están presentes en los entresijos de la historia mundial.
Y al igual que en Poso, Gabriela también juega aquí con los límites entre la ficción y la realidad. “Lo que quería era tener un marco y por eso también se llama álbum. Me encanta la idea de un álbum de familia que es un libro donde están las fotografías que cuentan la historia de las familias. En esos álbumes que circulan de generación en generación, al momento en que alguna de las personas que están presentes en la fotografía se mueren, desaparecen, ya no hay nadie que hile la relación de los personajes que están dentro de la historia. A veces, ya en un contexto más íntimo y familiar, veo álbumes de la familia y pregunto por personas de las cuales noto que no me quieren contar quiénes son, o hay un personaje que salió borroso su rostro porque se movió y no se sabe bien quién fue, no lo puedes reconocer, o personas que no eran de la familia pero que aparecían ahí porque estaban en ese momento… Entonces, con los relatos, lo que quería era jugar un poco con esa idea de que los personajes reales que aparecen en las fotografías desaparecen y todo se convierte en ficción porque ya no hay una base real con qué cotejar, sino que la vida se convierte en una ficción”.
“Al final también me parece que la literatura, dando vueltas por la ficción o por la mentira entre comillas, siempre acaba encontrando verdades mucho más relucientes y fuertes que las verdades con mayúscula que cuentan los discursos de las ciencias sociales, de la política, de la ciencia. Me parece que en las historias íntimas, pequeñas, están escondidas las verdades grandes de las diferentes culturas y sociedades. Y en este caso me importaba y me interesaba tratar de pensar la literatura ecuatoriana en este gran Álbum que es el Ecuador”, afirma.
Humor, cine y literatura
Además de Álbum de Familia y Poso Wells, Gabriela Alemán tiene publicados otros libros de cuentos (Maldito Corazón, Zoom, Fuga Permanente), una novela (Body Time) y una obra de teatro (La Acróbata del hambre), trabajos en los que ha ido desarrollando un estilo propio, que ha conseguido finalmente domesticar en sus dos últimas obras, y a través del cual nos introduce en un mundo peculiar que se alimenta del humor y de modales cinematográficos entre otros manjares.
“Como lectora, durante estos años de silencio no dejé de preguntarme cuáles son los libros que me encantan leer y vi claramente que son los que establecen una complicidad entre el texto y el lector, no aquellos que me entregan una verdad sellada y me dicen aquí está, sino que son libros que me dejan puertas abiertas para reflexionar sobre lo que me están contando. Para que haya esa complicidad, necesariamente tiene que haber una preocupación del autor por el público, por la persona que lee y me parece que una de las maneras de establecer un vínculo con el lector es con guiños de ojos, esos guiños de ojos que, para mí, están muy ligados al humor. Lograr hacer reír a alguien es mucho más difícil que hacerlo llorar y, sin embargo, siempre, en el cine, la literatura, la dramaturgia… el humor ha sido considerado como un género menor, no está al mismo nivel del drama o el melodrama que son los géneros que hablan del ser humano, la vida, la muerte, el amor, el dolor… Creo que si una habla a través del humor, todos esos grandes temas siguen estando ahí pero te permiten no instalarte en un sitio cerrado del dolor, sino en un espacio abierto, el del humor, que permite reflexionar, que permite disfrutar la lectura, que permite establecer vínculos y por ello, desde Poso Wells en adelante, he intentado que el humor esté muy presente en mi literatura, porque me parece básico para sobrevivir en el mundo fuera de la literatura mientras que, dentro de ella, la enriquece”.
La relación de Gabriela con el cine es harina de otro costal. La escritora tiene formación audiovisual y varios trabajos muy relacionados con la gran pantalla, pero lo llamativo es su forma de trasladar ese discurso del texto audiovisual a la literatura, dos campos que, como ella misma explica, tienen unas “coincidencias maravillosas”.
“Hice un doctorado en cine y me fui un poco por el lado teórico, por la investigación, por la historia del cine. A la vez que estudiaba todo eso, seguía escribiendo y fui descubriendo coincidencias que rompían un poco paradigmas tales como que el cine es lo más vanguardista y que la literatura se quedó atrás o que, en su momento, cuando apareció el cine, decían los grandes medios que la literatura iba a desaparecer. De repente, una mira los recursos del cine en términos de guión y ve que están basados en la escritura de los vanguardistas de las décadas de los 20 y 30. El invento en sí de la edición, cuyo papá es D. W. Griffith con el Nacimiento de una nación, se basó en las técnicas de Dickens para sus novelas por entregas, en los flashbacks, en terminar en un momento determinado para que los lectores se queden pendientes de lo que va a ocurrir en el siguiente capítulo una semana después… Todos esos recursos que parecen modernísimos y contemporáneos del cine se basaron en la literatura del siglo XIX”.
Y toda esa relación histórica de la literatura y el cine está constantemente presente en las inquietudes de la autora. “Desde Poso Wells, los inicios de los capítulos, siempre tenían un impacto muy visual que estaba unido a una idea de cómo se vería eso en una pantalla grande. En Álbum de Familia pensé que, si iba a escribir literatura, tenía también que analizar cuáles son los recursos que ubican a la literatura en un espacio diferente al del cine. En el cine, en los primeros cinco minutos la historia te tiene que atrapar porque no hay vuelta atrás. Estás inserta en esa historia y no hay momento de reflexionar, no hay momento para que no se entienda algo que el director o el guionista quiso dejar implícito, porque si no se entiende, se pierde el sentido. En cambio, en la literatura, un librito se mete en el bolsillo del pantalón, en la cartera, lo anda a cargar y se puede parar, releer un párrafo diez veces, regresar, detenerse en una reflexión que hace el autor y pensarla en el contexto del cuento. Funciona de otra manera y esto es así porque existe la complicidad con el lector, que tiene su imaginación y no depende sólo de la del escritor. En el cine tenemos la visión que nos da el director de qué personajes son, en qué situación están, en qué ciudad… En la literatura, el lector inserta su vida dentro de ese cuento, y esa es la gran magia, para mí, que sigue teniendo la literatura, que una inventa mundos junto al escritor y eso nunca va a permitir que la literatura esté definitivamente opacada o quede en un segundo lugar tras el cine. La literatura permite con la imaginación del escritor y con la imaginación que le entrega el lector, crear una tercera dimensión, un tercer espacio donde ya no existe sólo un texto sino que ya son dos textos conjugados y si, además, hay otro lector que comenta eso, ya son cuatro… Son cajas chinas, son historias dentro de historias y eso me parece que es la gran riqueza de la literatura”.
A la hora de abordar la narración, Gabriela tiene también muy presente la forma de comunicar del cine. Así cuenta que, por ejemplo, cada relato del Álbum tuvo como ocho, nueve o diez versiones. “Los he escrito de delante para atrás, sintiéndolo como una editora cinematográfica, como una montajista que decide qué resaltar, qué omitir, qué elipsis dejar ahí para que el lector la llene y cómo cambia el tono. Definitivamente, el orden en que está contada una historia cambia el sentido, cambia el estilo y algunas veces he regresado al inicio y otras veces cambiaba porque me gustaba más, pero sí me resultó interesante algo que venía directamente del cine, de la labor artesanal del montajista para contar una historia. Últimamente, la verdad es que, dentro de todo el enorme equipo que involucra hacer cine, el rol del montajista me resulta mucho más atractivo que el del director, que el del guionista, porque es él quien conjuga el texto escrito del guionista con las imágenes que ha hecho el director y es el que, básicamente, cuenta la historia al final. Está en sus manos y eso me encanta, esa posibilidad de jugar y armar mundos distintos y atmósferas distintas y calores y colores y fríos distintos, a través de un montaje. Eso viene del cine, no viene de la literatura”.
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