NanoMundo con Gervasio Sánchez

Entrevista.

Foto de la colección Vidas Minadas de Gervasio Sánchez

Corresponsal de guerra, fotoperiodista y alguien acostumbrado a llamar a las cosas por su nombre. Recién llegado de cubrir las elecciones de Colombia, Gervasio Sánchez, responde generosamente a nuestras preguntas y analiza la situación actual del periodismo en España.

Después de casi tres semanas desde el primer contacto, este corresponsal del Heraldo de Aragón por fin nos cita en la recepción del hotel que le hospeda en Madrid.

“Estar bien informado es ser más profundamente democrático”

Le acaban de dar el Premio Javier Bueno en reconocimiento a su trayectoria profesional y anda en la capital deleitando con un seminario de fotografía. Gervasio Sánchez nos emboba con su conversación, totalmente lúcida y sin pelos en la lengua y, con humildad, generoso en su tiempo y en sus respuestas, comparte con nosotros más de dos horas. En Madrid anochece y nosotros asistimos a un concierto de opiniones y exigencias de un maestro del periodismo. Si las universidades tuvieran a un par de Gervasios como profesores, el periodismo podría salir con más facilidad del pozo donde anda metido.

Gervasio Sánchez

Sus primeras palabras nos alertan por si pensábamos lo contrario. No le gusta hablar de su intimidad. Es receloso al máximo. Pero, sin darse cuenta, sus gestos, sus miradas, los ejemplos que pone para sentir que se hace entender, delatan y descubren su personalidad a pesar de que no cesa de buscar la ecuanimidad. Es una persona comprometida, pero no ya con el momento que le ha tocado vivir, si no consigo mismo, con su conciencia y su superación profesional y, precisamente por ello, logra acercarse a la coherencia. En ningún momento olvida que es un privilegiado, un afortunado.

Nuestra mirada le escrutina, pero él también está esperando vernos venir. Hasta que no se relaja, no se recuesta en el sillón y entonces se permite sonreír con alguna frecuencia, pero sin bajar la guardia. Eso sí, la suya es una sonrisa sincera. Por otra parte, su nariz más bien prominente hace pensar en un carácter fuerte. Pero en Gervasio Sánchez la sensibilidad es fecunda y lo demuestra cuando a lo largo de la entrevista se lleva la mano al corazón, suspira, o mira al abismo del dolor que lleva a sus espaldas. A pesar de que tiene la boca sin saliva por todo lo que nos está contando, no escatima palabras. Se expresa con naturalidad y cercanía y junto a su ropa informal, (camisa a cuadros, por fuera, pantalón vaquero) nos invita a una confianza respetuosa que no para de aumentar a medida que lo escuchamos:

NanoMundo: Su visión cuando vuelve. Quisiera saber cómo es el regreso cada vez que se va de viaje y que está trabajando fuera, cómo ve las cosas cuando ya está un tiempo aquí…

Gervasio Sánchez: Volver… Para empezar nunca salgo de aquí por otras razones que no sean mi trabajo. Creo en él y considero que el periodismo y mostrar hechos que ocurren más allá de nuestras fronteras físicas y anímicas podrían servir para cambiar un poco la situación en la que vive una gran parte de la humanidad, todo esto desde un punto de vista muy humilde. Cuando vuelves estás cargado de emociones, muchas veces de un montón de dolor. Es una especie de maleta donde uno va acomodando todo lo que siente en contacto con el sufrimiento, con el dolor. Y claro, el desembarco aquí no es fácil ni cómodo, porque se produce automáticamente como una especie de… como si lo que estás viviendo en tu realidad estuviese falto de interés. Uno viene cargado de emociones, de cosas que ocurren, de viajar, contactar con gente y aquí entras en un mundo de consumo, donde los problemas que te cuentan los que te rodean hasta te sorprende un poco que sean problemas, cuando vienes de ver cosas mucho más graves. Pero también es cierto que tengo una vida bastante estable, una familia, una casa e intento compensar ese desequilibrio y ese tiempo que he faltado de mi casa gratificando de alguna manera a mi familia. Pero es complicado. No es fácil vivir historias y ver lo que uno ve cuando está trabajando lejos y luego adecuarte a una situación donde los problemas son verdaderamente bastante más simples. Lo mejor sería intentar acomodarte en cada situación a lo que vives, si estás fuera trabajando en un proyecto, lo haces. Cuando estás aquí sabes que estás en un sitio distinto donde los problemas son diferentes pero donde también hay gente que tiene muchas cosas que contar y que decir. Pero a mí esto me cuesta bastante…

Gervasio en su exposición Vidas Minadas

NM: Tengo unas palabras suyas: “El periodista debe informar desde la libertad. El acercamiento entre los políticos y los medios de comunicación impide hacer un periodismo en absoluta libertad”. Y da un ejemplo de una directora de Antena 3 que presta los micrófonos para “los cacareos de los políticos…”

GS: No es la única, es generalizado.

NM: Pero, ¿cómo cuidan la libertad de expresión los periodistas en España?

GS: Yo hago una especialidad de periodismo que sin duda me permite bastante más libertad porque trabajo en lugares donde el control de la información, o al menos lo que intento transmitir, lo tengo yo. Difícilmente estando en Afganistán, en Irak, Colombia o en el Congo, Ruanda o Sierra Leona alguien me va a decir que mi visión no es la correcta. Me pregunto entonces en función de qué me dice eso. Que venga aquí y haga su historia y luego ya veremos si es correcta. Para mí es más fácil. Las presiones son mucho menores para un periodista que trabaja en una zona alejada de su entorno. Por otra parte, creo que hay muchas más presiones y es más difícil trabajar a medida que la confraternización entre medios de comunicación, intereses económicos e intereses políticos es mayor. Hay una relación creciente, muy perversa, entre política, economía y medios o intereses mediáticos. Es más normal que puedan presionarte si estás haciendo una información económica o local o nacional que no coincide con los intereses de tu grupo. Imagina que una sección económica de un periódico, sea cual sea, critica por ejemplo a Repsol o a Endesa por sus políticas en el Tercer Mundo, por lo que está haciendo Endesa en América Latina o Repsol en Nigeria o Angola, cuando ellos son los que ponen el dinero de los lanzamientos editoriales o de las campañas fuertes de publicidad que benefician a los periódicos. Entonces las presiones son bastante fuertes.

Por ejemplo un periodista de local que quiere criticar a determinados políticos y resulta que eso se contrapone a los intereses mediáticos de su diario, que tiene una buena relación con el presidente de la comunidad o con la alcaldesa. Es mucho más difícil quitarse de encima esa presión y mucho más fácil acabar en la autocensura, es decir, saber de qué cosas se puede hablar y de cuales no, o cómo hay que tocar determinados temas. Eso a mí, sinceramente, nunca me ha pasado, jamás he recibido ni consignas ni presiones.

NM: Quizás al principio sí, ¿no?

GS: Tampoco, porque la verdad es que siempre he trabajado de una manera bastante libre e independiente. Pero es que mi especialidad de periodismo es prestigio para el diario. Que una persona esté de enviado especial en Afganistán o en Sudán es prestigio y también se compensa porque si haces bien tu trabajo cada vez eres mejor visto y mejor tratado. En esta situación, provocar un conflicto de intereses entre el periodista y el medio porque se dice determinada cosa que no gusta a alguien sería un poco absurdo. Es cierto que hay otro tipo de delimitación de libertad, por ejemplo no cubriendo determinados conflictos, dividiendo las guerras en guerras olvidadas y en guerras mediáticas o cuando se producen acontecimientos en África importantes que hay que cubrir, como las elecciones del Congo o la caída de Mogadiscio, la capital de Somalia, en manos de las milicias islámicas. Con todo esto, el diario toma la decisión, por motivos meramente económicos, de que no interesa. No interesa porque va a ser cara la cobertura y quieren estar en período de ahorro y entonces no mandan a nadie. Todo eso va en detrimento de la libertad de prensa, de los derechos del lector o del ciudadano en general a estar bien informado. Ahí sí que hay una brecha, pero tampoco me afecta porque yo soy un poco el que determino donde y cómo voy y aunque a veces me pueda encontrar una situación en la que alguien me dice que lo que voy a hacer no les interesa, no lo voy a dejar de hacer. Intento que mi mesa de trabajo, económicamente hablando, esté apoyada en varias patas. Si me quitan una pata me puedo quedar un poquito ladeado, pero no me voy a caer. Y siempre, desde que empecé, he trabajado de esta manera, lo que me ha permitido no sólo sobrevivir sino hacer lo que yo consideraba conveniente en cada momento. Lo sigo haciendo, sólo anuncio dónde voy, no pido permiso ni doy explicaciones. Pero mi caso es un poco distinto, tengo unos amigos que están todo el día intentando hacer historias y se encuentran con todas las limitaciones y muchas veces incluso con la falta de entendimiento o el no querer tocar determinados temas porque son conflictivos. Yo hablo por mi propia experiencia y ésta siempre ha sido que he trabajado como quería y no ha habido nunca presión.

NM: También dijo que “los periodistas saben hasta dónde pueden llegar y conocen los personajes y los temas intocables”. Un poco la autocensura de la que hablabas…

GS: Por ejemplo, en la prensa norteamericana durante los prolegómenos de la guerra de Irak en el 2002 muchos periodistas se autocensuraron. ¿Por qué? Porque los dueños de los medios de comunicación norteamericanos tienen relaciones cada vez más estrechas con los gobiernos. Hay una continua relación entre gobiernos e intereses mediáticos. Los dueños de la comunicación son los dueños de las grandes multinacionales: del petróleo, la energía, la Westinghouse, General Electric o Disney. Lógicamente estos intereses provocan muchas veces que algunos conflictos se tengan que cubrir de una manera que viola totalmente las leyes de libertad de prensa. Muchos periodistas sabían que había temas que no podían tocar. Pero siempre está la compensación de que hay otra gente que sí que lo hace, que acaba dando la versión distinta de lo que interesa al Gobierno. Por ejemplo, mientras muchos periodistas se negaron a publicar información sobre la violación de los derechos humanos en Abu Graihb sí que hubo periodistas como Simon Herstch de The New Yorker que lo sacó.

NM: Y en España, ¿en concreto?

GS: Yo creo que los temas intocables son los económicos. Hay grandes empresas sobre las que efectivamente, toda la prensa, toda, sin excepción, pasa de puntillas. Si se produce un escándalo de paraíso fiscal del BBVA o el Banco Santander se toca de puntillas porque se sabe claramente que hablar de ese tema puede provocar que los bancos tomen la decisión de cortar el suministro publicitario. Las presiones son muy fuertes. Sorprende que de los dueños de los principales bancos españoles, acusados de corrupción y de tráfico de influencias o de paraísos fiscales, nadie haya hablado prácticamente. Aunque saliera a juicio en algunos casos, ni siquiera nos enteramos. Esto es algo muy grave que creo que está distorsionando el valor del periodismo en España. Hay grandes cadenas de supermercados o lugares donde se vende de todo como El Corte Inglés que son totalmente intocables. Difícilmente alguien se va a poner a investigar su política salarial o su política empresarial porque de todo el pastel de publicidad mete un montón de dinero y nadie se atreve a enfrentarse a un poder tan importante como este. Todo esto limita la libertad de prensa y lo que me preocupa es que en un principio se empieza por los grandes poderes pero más tarde también hay coacción a otros niveles y la libertad va bajando. Se pasa de los grandes poderes económicos a un «mindungui» de un ministerio que puede pegar un telefonazo y parar una investigación o incluso influir para que no se diga determinada cosa o se diga de la manera que ellos quieren. Por otro lado, hay algo muy grave en España, clarísimo, que supone una gran deficiencia en el periodismo puro como yo lo entiendo y es el abundante periodismo declarativo. Todos los estamentos, las instituciones, los bancos, los museos… todos tienen su gabinete de prensa que da la información absolutamente masticada y puesta en un envoltorio magnífico. Los periodistas van allí, conectan el micro, hacen las preguntas correctas y reciben las respuestas correctas y esto aparece muchas veces sin que nadie lo entienda.

NM: Y esto que habla de periodismo declarativo, usted que tiene experiencia en otros países, ¿es así también?

GS: Por supuesto que no es así. Yo dudo mucho que la prensa británica haga un periodismo a este nivel. Es que el periodismo declarativo es la antítesis del periodismo.

“Rueda de prensa de tal político”. Llega ahí todo el mundo, sueltan una parrafada bien contemplada, muchas veces no hay posibilidad ni de hacer preguntas y por supuesto si el político o el que está hablando dice algo que verdaderamente no tiene sentido, no hay posibilidad de réplica y todo el mundo se va a su casa. Eso sí, aparecen unas declaraciones muy bonitas. Esto, para mí, es preocupante porque el concepto de periodismo declarativo al final acaba arrinconando otras formas de hacer periodismo y de contar las historias. Te encuentras las páginas llenas de declaraciones de gente que siempre dice lo mismo pero que siempre tiene espacio y muy pocas veces te encuentras historias en profundidad. Lo vemos por ejemplo con el tema de la inmigración. Creo que la inmensa mayoría de la prensa española está haciendo un flaco favor al gravísimo problema de la inmigración, desde que empezó la llegada de las pateras con los inmigrantes a la frontera para saltar la verja hasta hoy. Ves en la televisión el minuto de telediario con los mismos barcos que llegan con los mismos negros, con las mismas caras, que uno no sabe distinguir si son los de ese día, el día anterior o el posterior. Siempre la misma historia, una persona allí diciendo la misma retahíla, con una canción como una serenata y muy pocas veces vemos el por qué, no vemos el contexto, ni por qué vienen, de dónde o a dónde van. Creo que tendría que ser obligación del periodismo estar presente, poder acercar a los telespectadores las realidades sangrantes de países que están continuamente mandando a la muerte en muchos casos a los inmigrantes. Pero no a las tres de la mañana cuando todo el mundo duerme si no después de acabar los informativos, en vez de hacer toda la basura que hace TVE, por poner el ejemplo de la televisión pública. Hay que dedicar el tiempo a hablar este tipo de temas, seriamente, de manera clara, incluso lanzando la idea de que entender lo que pasa a nuestros vecinos nos hace más libres, nos hace más comprensivos incluso más solidarios… pero no ocurre. Esto es un circo donde toda la gente aparece y desaparece por arte de magia. Nos aparecen y desaparecen los conflictos sin que nadie sepa muchas veces lo que pasó, ni lo que está pasando.

NM: Me llamó la atención algo que leí en una entrevista que le hicieron, que dijo que no le gusta mucho hablar de política local, que le parece tan provinciana que le aburre… ¿De qué manera cree que se complementa su trabajo en periodismo internacional con sus compañeros del ámbito local?

GS: Siempre intento que quede claro que aunque yo hago periodismo internacional o de conflictos, no creo para nada que éste sea ni mejor ni peor ni más ni menos difícil que el periodismo que se hace en la sección local. Tampoco quiero reducir esto a que todos los periodistas actúen de la misma manera. En los periódicos, por suerte, aparecen buenas historias, bien contadas.

Otras veces hay que buscarlas, pero están ahí y hay periodistas con intención que además saben lo que hacen y contarlo bien. Al final todo eso se reduce a que puedas hacer bien tu trabajo y tener una posibilidad de presentarlo con dignidad y con el espacio suficiente para poder explicar lo que está pasando. Hay momentos en el que un periódico puede ir muy bien armado con buenas historias en varias secciones y en otros que está que se cae sólo, que nace con todas las páginas muertas. Es un mundo en el que todo está cambiando rápidamente. Muchas veces, con suerte, ocurre algo que es una buena historia y está bien hecha y otras, pasas 40 páginas y van directamente a la basura. Esto tiene que ver con los intereses, con la profundidad de las historias o de los periodistas. Yo tengo la suerte de trabajar en una faceta del periodismo donde casi siempre las historias van bien publicadas, cosa que compañeros que trabajan el día a día más local no tienen y la verdad es que se pueden quejar con toda razón de que una historia internacional tiene más espacio, más presencia y está mejor envuelta, que una historia de local. Y esto igualmente depende de la opción de cada diario de abrir por internacional o por local. Ahí siempre ha habido un gran debate… Siempre he creído que lo que a la gente sobre todo le interesa es leer cosas en las que pueda creer. Leer historias de periodistas en los que confiar que su trabajo efectivamente está bien hecho, bien escrito, con las fuentes de información bien buscadas y con todo en su lugar.

De todos modos vamos a un ritmo tan trepidante en el mundo del periodismo que a veces piensas que, vaya, ¡estas leyendo una información en tiempo real! Pero cuando la analizas con un poquito de profundidad te das cuenta de que es un globo sonda que pinchas y desaparece. Hay una alteración permanente. Pasa cualquier cosa y visionas trece medios de comunicación y todos tienen puesta la historia, pero ¿cómo? Es una historia que ha salido muchas veces, de un señor que está en el sitio de los hechos y que ha contado una historia, que puede que le haya costado la vida y todo el mundo lo replica, se convierte en una especie de copia de copia y copia. En los periódicos, sobre todo digitales, parece como si el tema o el texto lo esté haciendo el periodista y en realidad muy pocas historias y muy poca gente está trabajando en zona de conflicto. Todo esto te hace plantearte que Internet es un utensilio de trabajo muy importante, pero que si está vacío de contenido o si las historias no funcionan, verdaderamente no sirve para nada. Y si alguien quiere hacer un uso de Internet de una manera seria, en profundidad y además quiere que la gente pague, las cosas tienen que cambiar muchísimo. Mucha gente se plantea no pagar ni siquiera el diario porque le parece que lo que le da no es suficiente o es absolutamente amorfo, como para pagar algo que está hecho a tanta velocidad que es todavía mucho más vacío. Hay que ver cómo va evolucionando.

NM: Chesterton dijo que “hacer periodismo era informar que Lord Jones había muerto a gente que no tenía idea de que Lord Jones estuviese vivo” ¿Es eso lo que usted hace?

GS: Me parece una buena definición. Estamos hablando de un autor magnífico y con una ironía tremenda. Pero es cierto. Vas un lugar que la inmensa mayoría de los seres humanos todavía desconocen, donde ocurren una serie de hechos que si alguien no está allí y lo cuenta no se sabrían. En ese viaje de ida y vuelta tienes una gran responsabilidad, tienes que plantearte con mucha seriedad cómo lo vas a contar, porque puedes maltratar al lector e incluso manipularlo. Al mismo tiempo tienes que tratar con mucha sutileza y respeto los materiales humanos que te vas a encontrar, porque normalmente encuentras víctimas de la guerra, heridos, moribundos, mutilados… Tienes que tratar a toda esa gente con el respeto que se merecen y al mismo tiempo sonsacar a todas esas personas que te encuentras una narración, unos sentimientos o unas declaraciones que te sirvan para contar tu historia. Todo esto siempre sin destruir su derecho a la privacidad o su derecho a la intimidad. Entonces es muy complejo. Pero una historia hecha con sensibilidad, en la que el periodista conoce el contexto, tiene información sobre lo que está pasando y trata a estos seres humanos con el respeto que se merecen, seguramente va a ser más fascinante para el lector que una historia hecha de cualquier manera y con cuatro cosas colocadas ahí. Hay muchos periodistas que se dedican a coger trocitos de aquí y allá, lo embalan muy bien y lo presentan como una pieza única, cuando en realidad está todo lleno de pequeños o incluso grandes robos.

Cuando voy a un sitio yo me lo planteo de esta manera: tanto si estoy haciendo una historia de actualidad como si es una historia más a largo plazo, sé que tengo un trabajo que hacer en un tiempo limitado y que tengo que solucionar muchas cosas sobre el terreno que si no lo soluciono allí, después me podré sentir mal porque no lo he hecho bien. Por otra parte, si me encuentro una persona interesante o le intento sacar todo lo que pueda o cuando desaparezca ya es difícil que pueda volver a encontrarla, sobre todo en medio de una guerra o de una situación compleja como es un desastre natural. Tienes que intentar contar la historia de una manera lícita, fiel, rigurosa, con cadencia, con ritmo y con respeto. Y a veces brilla por su ausencia, pero eso es otro problema.

NM: Basándonos en algunas declaraciones que hizo… si pudiera volver atrás ¿dejaría el periodismo por una avioneta?

GS: Cuando era joven quería ser piloto o periodista. Piloto porque era también la otra profesión que yo entendía que era para viajar. También te das cuenta de que los pilotos no viajan mucho. Y una avioneta que te lleva donde tu quieras… estaría bien. Pero yo creo que soy una persona que intento mantener los pies sobre la tierra.

El periodismo me lo planteo como una metodología en la que veo lo cercano, lo inmediato, veo a medio plazo y veo a lo lejos. Esto me ocurre hace 10 años y es muy raro que yo no esté metido al mismo tiempo en un proyecto cercano y en otro a más largo plazo. Si voy a Irak por ejemplo, me voy a dedicar unos días a hacer periodismo de actualidad, puro y duro. Las historias que pasan, qué ocurre, que piensa la gente. Pero además, la mitad del tiempo que voy a Irak me dedico a trabajar en un proyecto que voy a presentar, en este caso, en el 2010. Con lo cual, estoy teniendo un ritmo de viaje y de trabajo muy curioso. Hay gente de los que van que hacen la historia del día y cuando acaban dicen: “Bueno, mañana será otro día” y se van al bar. En cambio, yo digo: “Este tiempo es para la historia del día, éste lo he planificado para dedicarme a hacer tal cosa del proyecto que estoy preparando para el 2007 y voy a sacar un tiempo de tres o cinco días, para seguir el proyecto del 2010”. Esto me permite mantener la cordura, porque tengo de alguna manera la cabeza bien amueblada y no caigo en la monotonía o la reiteración. Tengo muchos amigos que se quejan: “Otra vez a no sé dónde, otra vez a hablar de las mismas cosas…” Porque piensa un momento en una crónica del día de las elecciones. Cuando has hecho siete elecciones en Colombia, cinco en Guatemala, siete en Perú, ocho en Buenos Aires o nueve en Chile, el día de las elecciones te da la sensación de que has escrito lo mismo que hace cuatro años. Si esta es tu rutina al final acabas pensando que te repites pero cuando tienes unos proyectos a más largo plazo puedes trabajar con otro ritmo y estar más interesado en profundizar en los países a los que vas porque sabes que regresarás de nuevo. Y eso a mí me sirve para… es un poco como mi avioneta. Sería como decir que es una avioneta en la que sé que el primer viaje me va a parar en el punto A, donde voy a hacer una serie de trabajos y voy a seguir luego el viaje hasta el punto B y hasta el punto C y viceversa.

NM: Hay mucha gente que ve los conflictos, sobre todo las guerras, como si fuera una miniserie por televisión, e incluso con un poco de morbosidad ¿cómo explica esa conducta?

GS: Creo que los principales responsables de que los oyentes, los lectores o los televidentes vean la guerra como si fuera una película son los propios medios de comunicación. Presentan la guerra como si fuera una serie de ésas que duran 500 capítulos y que en 10 años están dando vueltas y vueltas ante la pantalla.

Suelo mirar mucho los informativos, la verdad es que no sé por qué, siempre acabo bastante cabreado, pero por ejemplo, todo lo que se ve sobre Irak es la reiteración permanente y continua de las mismas historias cada día, un día detrás de otro, viendo siempre el coche destrozado, el reguero de sangre y la gente gritando y cuatro policías o soldados con armas. En Irak pasan más cosas, lo sé por experiencia. En cambio no lo veo, porque al final los telediarios están pidiendo a las agencias que están en Bagdad que les manden un minuto y medio de imagen en un envoltorio excelente para poder pasarlo antes y tener que pensar lo menos posible. Así, cuando alguien manda unas imágenes de una manera determinada y ve cómo son utilizadas acaba mandando las que sabe que más se van a usar. Una agencia como AP por ejemplo, manda sus imágenes y sabe quién las va a usar y cómo porque tienen controladores en Madrid, en Londres, en Berlín o en París. Si resulta que en el último mes, las imágenes de atentados mandadas en bruto, aunque fueran reiterativas, son las que más se han usado, sigamos vendiendo esto. Y claro, la elaboración del informativo de cada día es la misma. Por qué… Tampoco esto significa que los televidentes no tengan culpa. Ellos se muestran pasivos y punto. También es responsabilidad suya exigir otro tipo de televisión y pedir explicaciones o buscarse la información por otras partes. Esto es obligación de cada ciudadano, mandar cartas de protesta o mensajes, o llamar a la televisión diciendo que la información que están dando es una mierda. Podía producirse una situación en la que muchas voces, de manera coordinada, desencadenaran un debate.

NM: Lo hacemos, cada vez que podemos…

GS: Sí, pero al final son cuatro ciudadanos que tienen un cierto interés y son sensibles o creen que la información debe ser de otra manera. Pero la inmensa mayoría de la gente no lo hace. Así se explica por sí sola la morbosidad, si te muestran continuamente imágenes reiterativas que, al estar bien encajonadas, tampoco te obligan a hacer un gran esfuerzo, mirar el dolor de una madre llorando o el dolor de las personas en un entierro se convierte en algo fascinante. Y esa fascinación junto al hecho morboso de ver el dolor ajeno produce la situación de que los televidentes estuviesen, lo que tú has dicho, viendo una miniserie o una película de guerra.

NM: A veces creo que un periodista pesimista es más una persona realista que a través de ese realismo logra ser positivo y optimista con respecto a su visión de la humanidad. Por ejemplo Kafka, que escribió sobre cosas tan duras… a pesar de ello es como muy positivo porque a través de ese pesimismo está denunciando o quizás exigiendo un cambio. ¿Cómo se ve a sí mismo? Si tuviera que hacer una evaluación de su esfuerzo, su trabajo… ¿como una persona positiva o negativa?

GS: Yo… Creo que todo esto es evolutivo. Cuando uno empieza y tiene la edad tierna, piensa que el periodismo puede cambiar las cosas. Que una buena historia puede ayudar a salvar vidas humanas o que una buena serie fotográfica puede provocar un gran debate y, de ahí, que salga algo que disminuya el dolor ajeno. A medida que uno va transitando el mundo en que vive se da cuenta de que la mayoría de la población ve el dolor ajeno de una manera un poco distante, diciendo: “Sí, sufren, qué pena… pero mira yo tengo mis problemas”. Si prestan atención porque lo que le están mostrando les sorprende, el tiempo real de impacto se reduce a unos minutos, a veces a unas horas y alguna vez puede llegarle el ritmo cardiovascular, el sentirse afectado hasta una semana después. Cuando yo empecé tenía el listón del periodismo en el techo para poder conseguir un resultado y decías “que los seres humanos, a ver, hay que creer en ellos, que son seres solidarios y si se les pincha reaccionan de manera bonita y qué bien, vamos todos con flores a protestar contra las fuerzas gubernamentales…”. Después lo he ido bajando y… la verdad es que hoy está en un sitio en que mi hijo de ocho años lo pasa. Estoy en un término en el que digo: “¿Sirve de algo todo esto? ¿Realmente vale la pena trabajar, dedicar todos los esfuerzos a crear historias, preparar exposiciones…? ¿Esto llega a alguien? ¿Produce algún tipo de estímulo en la sociedad?”. Cada vez soy más pesimista. Lo que pasa es que me lo planteo ya como algo muy personal, lo hago para salvaguardar mi propia conciencia. Si planifico un proyecto quiero conocer por qué ocurren determinadas cosas y tenerlo claro en mí. Si luego lo puedo mostrar o influir en alguien, bienvenido sea, pero… Por supuesto que hago el esfuerzo para que las cosas se hagan bien, que si estoy preparando una exposición intento que se vea en el mejor lugar posible, en el lugar más transitado, que llegue al mayor número de personas… Entonces hay que buscar, y eso es lo que intento, no me da igual que las cosas ocurran de una manera u otra pero tampoco puedes hacer nada por cambiarlas. Y bueno, yo no me puedo quejar. Cuando he hecho exposiciones ha venido mucha gente, cuando he publicado un libro se ha vendido mejor que otros y he tenido mucha atención de la prensa en general, todo tipo de medios me han tratado bien, me han hecho entrevistas. Pero tú ahí no puedes hacer nada más, no vas a ir sentando cátedra ni buscando el impacto por el impacto. Cada uno tendrá un montón de razones y se mirará en el espejo sabiendo lo que hace y lo que deja de hacer.

NM: Al volver después de tanto tiempo a uno de los lugares en los que estuvo cuando hubo guerra, ¿de qué modo siente que ayudó a mejorar las cosas?

GS: Ir a un sitio donde ocurren hechos desagradables con la idea de que tu trabajo puede ayudar a cambiar las cosas, a estas alturas, ni lo pienso. Puedo seguir haciendo mi trabajo lo mejor posible e intentar… Pero ya no es la razón por la que voy a sitios. Con suerte, mejora la situación o va a crear un compromiso mayor por parte de la gente que está alejada. No es que me dé igual, es que razonablemente he llegado a la conclusión de que estas sociedades son muy difíciles de cambiar, están en una rutina, metidas en sus propias burbujas y se plantean muy pocas cosas más allá de sus problemas o problemillas. Sí es verdad que de vez en cuando sale gente interesante, uno que te comenta que quiere hacer tal cosa o tal otra. He publicado recientemente un libro sobre Sierra Leona y mucha gente se ha enterado de donde está, ha ayudado a proyectos del país y no sé si yo he tenido más o menos influencia en esa percepción. Me imagino que algo habré influido pero no me voy a plantear ya nada con la idea intencionada de conseguir mejorar la humanidad o mejorar la visión de un problema. Porque verdaderamente es complicado, es como enfrentarte a una pared y es difícil derribar un muro. Pero por ahí, por otra parte, he tenido trabajos que tienen que ver con personas que sufren las consecuencias de las guerras o del armamento y me gusta estar muy cerca de ellas. Sabes que el estar cerca de ti les va a beneficiar porque les van a llegar ayudas, se va a conocer su historia, puede iniciarse un nuevo proyecto de inversión para ayudar a mutilados por las minas o le va a permitir seguir estudiando a niños soldados en su rehabilitación. Y muchas veces casi estoy más dispuesto a hacer este tipo de gestiones a título personal, que son algo muy concreto y claro, donde se explica lo que se va a hacer y cual va a ser el resultado, más que ponerme a elucubrar si mi trabajo va a llegar más lejos o va a tener más o menos influencia.

NM: Existe un limbo legal en el ejercicio de corresponsal, quizás por la distancia que hay entre el trabajador y la empresa a la hora de controlar al trabajador, sobre todo con los periodistas freelance. Se me ocurren ejemplos como el tema de los seguros o la manipulación de la información por parte de los medios, ¿usted ha vivido en propia piel algún obstáculo para darle salida a su trabajo por esta mecanización?

GS: Todos los problemas que pueda haber por el tema de los seguros son reales. Un cierto día me lo decía un misionero de Sierra Leona. La ONU intentó hacer un gran concierto de música allí para poner fin a la misión de paz y montar todo un tenderete, que a mí me parece más un espectáculo y retórica que estimular a ese país, pero que en teoría… Hacer un concierto con grandes personalidades, pero ninguna empresa del mundo quiso pagar o aceptar los seguros. Porque imagina que llevas actores y actrices de Hollywood, a presidentes de gobierno a un lugar con fama de que puede pasar cualquier cosa. Nadie se va a hacer cargo de cubrir a esas personas. En la guerra pasa un poco lo mismo, hay dificultades para conseguir que empresas determinadas paguen los seguros. A veces tienes que ir a sitios con unas condiciones muy complicadas. No sé, yo siempre lo he dicho, si hubiera tenido que esperar a mi primer seguro, probablemente no hubiera viajado en mi vida. Esto le va a pasar a todo el mundo. Creer que si tu te vas a Irak… olvídate, ni un seguro hay en este país. La situación de los seguros es complicada, vas a un banco o a una aseguradora y dices que quieres ir a Irak, te van a decir: “sí perfecto, tienes que pagar 2000 euros cada día”, o al diario donde trabajas le dices que además de pagarte a tí tiene que pagar un seguro… Esto obliga a mucha gente a trabajar en condiciones difíciles. Pero bueno, es que parte también de las decisiones de cada uno. Hay personas que se arriesgan porque creen en su trabajo y quieren seguir hacia delante.

Y, por otra parte, está el tema de la censura. Eso no me ha ocurrido personalmente, pero porque yo he sido muy claro en el planteamiento cuando he ido a determinados lugares. No he aceptado nunca que hayan puesto trabas. También te digo, y lo compruebo hablando con muchos periodistas amigos que cuanto menos influencia tiene el medio, menos presiones hay, cuanta más influencia tiene…

NM: En el caso de los freelance concretamente, cómo lo llevan, ¿cómo ves a esos compañeros tuyos que también quieren hacer un buen trabajo y se encuentran tantos obstáculos?

GS: Pero es que en España prácticamente no hay nadie. Llevo casi 25 años dando vueltas por el mundo y sigo encontrándome con la misma gente. Y freelance en España, que trabajen de manera rutinaria hay muy poca gente. Ahora mismo hay un chaval que está haciendo muchas cosas, que se ha ido a Somalia, una persona muy voluntariosa, con muchas ganas de hacer cosas e incluso manda mensajes: “Les ofrezco hacer crónicas desde Mogadiscio donde llegaré mañana” o “les ofrezco hacer crónicas desde Bagdad”. Yo algunas veces he hablado con él y tampoco sé muy bien, en términos reales, si recuperará para poder seguir trabajando, pero me imagino que en más de un viaje no habrá podido ni siquiera compensar los gastos. En España es muy complicado, aquí el término de freelance no existe. En este país todo el mundo quiere estar en un diario, en una revista o en una radio como colaborador fijo o periodista de la casa. Además, estamos en un momento en que los medios españoles no mandan a nadie a ninguna parte. Sería bueno y a la vez lógico que te encontrases personas por ahí dando vueltas buscándose la vida. Pero no las encuentro, no veo. Encuentro franceses, británicos, americanos pero no españoles. Es una clasificación en el periodismo español en el que no hay mucha cantera.

NM: Una persona que ha convivido cotidianamente con historias tan tristes o con la más sórdida de las miserias humanas que es la guerra, ¿a qué se aferra para conseguir continuar? ¿Qué rincón espiritual le sobrevive para seguir haciéndolo y tener fe en su profesión?

GS: Como ya he dicho, yo trabajo principalmente para salvaguardar mi propia conciencia. Tengo claro que se tiene que informar desde estos lugares. No soy ni un samaritano ni un misionero, soy simplemente un periodista que va a un sitio, cuenta una historia por la que recibe dinero y de la que se siente unas veces más satisfecho que otras. Sé cual es la carga emocional que produce en una persona lo que ve y sé que a veces no hay una compensación. Si yo pienso que tengo que estar semanas en una zona de conflicto y me están pagando visiblemente mal, que al mismo tiempo tengo que separarme de mi familia, lo que supone un gran sacrificio, y, además, tengo que pelear por estas historias porque a veces es difícil hacerlas entender a distancia… según todo esto ¿vale la pena? Creo que sí. Yo me sigo sintiendo un afortunado en mi profesión, pero no he circulado por un camino de rosas, me he tenido que buscar la vida y hacer muchas cosas para conseguir, no sé, un status. Por otra parte, este status, si mañana tengo que dejar de lado el periodismo algunos meses porque decida desconectar y más tarde quiera volver, voy a tener que construirlo casi de cero. El periodismo es muy dado a que cada historia sea, en mi opinión, como un inicio. El pasado y la experiencia sólo sirven como guardianes, como protectores. Hace 20 años yo llamaba a los diarios y se ponía el último de la redacción. Hoy llamo y se pone quien manda, sobre todo si yo lo pido. Es decir, que la trayectoria que te vas creando te ofrece posibilidades de trabajar de una manera mucho más relajada. Pero tienes que seguir al pie del cañón porque el periodista, al final, es reconocido por su última historia. Los premios, el recorrido, la experiencia está muy bien para llevarla en el macuto, pero la historia empieza cada vez que sales de casa. Yo voy a Afganistán y a pesar de haber estado tres veces en ese país tengo que volver a empezar, o casi. Aunque claro, tienes la experiencia suficiente para decir: “esto y esto es lo que me interesa” y vas a los sitios y sabes con quien tienes que hablar. Pero en definitiva, si tu historia no está bien encadenada, bien escrita, si no funciona periodísticamente hablando es difícil que puedas seguir vendiendo tu trabajo de alguna forma.

NM: Y emocionalmente, todas las desgracias que ve, ¿cómo las lleva encima? ¿Cómo le acompañan?

GS: Es algo que tienes ahí, cómo te digo… En una entrevista que hizo Oriana Falacci al obispo de la no-violencia brasileño Gelder Cámara él dice en un momento que quien tiene relación con el sufrimiento de forma rutinaria siempre acaba preñado de dolor. Trabajar en contacto con el sufrimiento te produce en tu interior una serie de convulsiones, te golpea de una manera que… A algunos los tumban, los dejan K.O. Otros se refugian en una burbuja de cinismo para defenderse. Yo, los golpes que recibo los voy acumulando y cuando tengo ocasión de descargar toda mi ira contra los responsables políticos de turno, no me corto un pelo. Imagínate que voy a una entrevista con el presidente o con su esposa pues le digo en la cara lo que pienso, no voy a tomarme el té de las cinco. Y si estoy en un acto público o en una conferencia o me dan un premio, allí aprovecho para cargar. Y lo hago diciéndome un poco a mí mismo que esto es lo que me sirve para digerir todo lo que debo tragar. Eso me da buen resultado. Por ejemplo, ahora mismo estoy preparando un proyecto para el año que viene y sé que se va a presentar en las principales ciudades españolas. Por supuesto, aprovecharé cada presentación, cada entrevista en radio para pegar pero, con todas las ganas, con nombres y apellidos y directamente a los responsables. Además es un proyecto que tiene continuación con otro que ya hice hace 10 años y en aquel momento estaba el PP en el gobierno. Ahora está el PSOE, con lo cual voy a poder repartir todos los golpes que no pude darle entonces porque estaba en la oposición. Y lo peor es que en aquel tiempo de oposición siempre respondía con mucho interés a todo lo que se le planteaba. Por ejemplo, lo de realizar un trabajo serio sobre el tema de las minas anti-persona, acabar con el sufrimiento. Ahora que llegan al gobierno se quedan en la rutina y ya no les importa el tema. Es un buen momento para decirles: “ustedes en la oposición prometían el oro y el moro y hoy día el gobierno hace la misma mierda que hacía el gobierno anterior”. Dicho en la cara es una forma de defenderme de todo ese impacto que tiene la dura realidad que te vas encontrando.

NM: Y en la zona de conflicto, ¿existe un momento en que el periodista tiene que dejar de serlo para ayudar a la persona que tiene al lado?

GS: Eso es algo muy de cada uno, que debe hacer lo que considere conveniente. Tampoco me gusta mucho hablar de ese tema porque no voy a
decir que he hecho tal cosa para que quede bonito. Soy partidario de que cuando una persona está en un sitio donde ocurren hechos y es la clave para que otra que ha sido herida pueda llegar al hospital, se deje a un lado el periodismo y se ayude. Hay gente que dice que eso es involucrarse, otra gente prefiere hacer el trabajo, yo no critico a nadie porque haga una cosa u otra. Hago lo que considero conveniente. En ocasiones he estado en sitios donde ocurrían cosas muy brutales y creo que era más importante quedarme haciendo mi trabajo que trasladar heridos, porque ya había gente para hacerlo y que estaban mejor preparados que tú, conocían mejor la ciudad. En Sarajevo pasaba muy a menudo. Pero cuando alguien depende de ti personalmente en un momento dado, prefiero hacer el traslado y dejar a un lado la cámara. También imagina que manejo una información o una historia que puede poner en peligro la vida de alguien si la publico. Hay gente que la publicaría y le daría igual, hay gente que la publicaría y pensaría que es su obligación. En ese sentido, yo me tomo las cosas con más calma aunque sea una gran exclusiva. Pensar que alguien puede morir porque tú estás presente, o porque hiciste un gesto o le diste un saludo me dejaría un mal sabor de boca para toda mi vida y a veces la fama es efímera, tener un momento de fama puede durar unos minuto o unas horas.. Incluso cuando tomas una fotografía, si tu presencia en un lugar puede provocar unos hechos desagradables, lo mejor es que te retires. Siempre he intentado trabajar de esta manera.

NM: ¿Qué se puede hacer desde el periodismo con la pasividad de la gente?

GS: Los ciudadanos son pasivos, pero para mí es mucho más grave que los periodistas sean pasivos, que el periodismo sea pasivo. Si el periodismo cumple a rajatabla con sus obligaciones y, luego, el público o los ciudadanos son pasivos, bueno, entonces sí que habrá que echarle la culpa al ciudadano. Por ejemplo, el otro día en una conferencia dí una serie de cifras sobre lo que pasa en África, cifras muy duras. Entonces alguien dijo: “Oiga es que yo todo eso cómo lo puedo saber si los medios de comunicación no me informan”. Le dije: “Señora, hay tres posibilidades. Uno: que se informe usted como yo me he informado, que también he tenido que buscar estos datos. Hoy día hay bibliotecas, hay librerías y usted sabe leer, hay Internet donde se puede buscar información. Dos: monte una campaña y que el medio de comunicación que usted compra le de una respuesta a esa pregunta. No lo haga sola porque se van a reír. Pero igual si busca unos amigos, forman un grupo de 50 o 70 personas y mandan una carta igual la publican en Cartas al Director. Y si en lugar de meter 50 mete 1000 pues van a empezar a dar respuesta. Y otra posibilidad es que dentro de su medio ambiente, en la escuela de sus hijos o sus nietos, en su grupo de trabajo, vaya creando un poco la conciencia de que el ciudadano tiene que ser activo, tiene que ser una persona que posibilite que la democracia nazca en el día a día, no sólo en el hecho de votar cada 4 años. Estar bien informado es ser más profundamente democrático. Cree usted esta conciencia en su entorno e igual consigue que una serie de personas que hasta ahora pasaban de todo empiecen a planteárselas de una forma distinta”. Yo lo que pienso es que los medios de comunicación no están cumpliendo con su papel, en general… Son muy permisivos con esa idea totalmente equivocada de que el receptor es un ser amorfo que quiere lo que le están dando. Cuando hablas con profesionales dicen “no, es que la gente quiere estos programas basura”. Posiblemente, por eso hay un montón de gente viéndolos. Pero usted es el director o subdirector de una televisión pública y tiene la obligación de dar una programación digna. En el Estatuto de Radio Televisión Española está escrito. Y si hay una contradicción entre el estatuto y la programación habrá que buscar la forma de cambiar el estatuto para decir que valen todas las mierdas que meten o habrá que cambiar la programación.

NM: Y ¿cree que llegará el momento en que sienta que ya ha hecho lo suficiente?

GS: Bueno, eso es algo interesante. Los años no pasan en balde. He pasado de ser el más joven de todos a convertirme de los veteranos. Ahora, en Colombia, he empezado a encontrar a gente que dice: “Tenía ganas de conocerte, yo te escuchaba, yo te leía, te estudiaba en la Universidad”. Lo mismo me pasaba a mí, hace 25 años, cuando llegué a Centroamérica. Me encontré allí a gente que yo leía estando en la universidad. Cuando empiezan a pasar estas cosas, el tiempo… se va. No sé, a veces piensas en cambiar un poco, llevar un ritmo más pausado, porque la verdad es que el que llevo es bastante trepidante. Pero si la alternativa a lo que estoy haciendo es meterme en una redacción, difícilmente lo haré. Si la alternativa es, no sé, montarme un restaurante pues igual me lo pienso, quien sabe. Lo que está claro es que no voy a cambiar la forma de periodismo que tengo y hago por otras formas que me rodean. Eso sería, para mí… no creo que lo aguantase.

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